Estalla la Primera Guerra Mundial y para muchos intelectuales de la época, como Romain Rolland, la contienda no resultó más que la evidencia del ser humano fracasado ante la permanencia de la Idea, del Espíritu y de la grandeza de este en la suma de sus culturas y no en el chauvinismo que, acariciado tanto por el imperialismo como por su necesario militarismo, sólo puede llevarnos al fracaso. Como escritor implicado, pero sobre todo preocupado, Rolland publicó con pluma desgañitada muchos y encendidos artículos desde Suiza. Algunos de estos artículos acusaban el silencio, ese acto terrible de no tomar partido cuando no hacerlo es el más infame de los actos, otros señalan la jauría de aquellos que desde cómodos despachos moldeaban una opinión pública basada en el prejuicio y el insulto y, por tanto, en la mentira hecha periódico. La firme y encendida respuesta de Romain Rolland a esta situación de histeria colectiva se vería publicada primero en forma de artículos y posteriormente en un primer libro titulado Más allá de la contienda (1915).
Mantuvo una fervorosa correspondencia con los más insignes políticos, escritores y filósofos de la época. Algunas de estas cartas, junto a la lectura crítica de obras científicas y literarias, conforman el segundo volumen de este libro, Los precursores (1920). Nunca hasta hoy ambas obras se habían publicado conjuntamente en España. Ello supone una anomalía que debemos corregir pues el propio Rolland inicia su camino en Los precursores advirtiendo que se trata de una continuación de Más allá de la contienda. Si bien es cierto que ambos libros distan ligeramente entre sí en el estilo e incluso el ánimo del autor, son una pieza.
Se suman a la edición cartas de Miguel de Unamuno y varios manifiestos cruzados entre los intelectuales alemanes, catalanes o españoles.
Romain Rolland estuvo marcado por su pasión hacia la música y el heroísmo pues siempre se mantuvo firme en su búsqueda de medios de comunión entre los hombres. Fue un gran admirador de Tolstói, Tagore, Gandhi o Vedanta a los que dedicó obras.
Comenzó siendo profesor de Historia en el Lycée Henri IV, después en el Licée Louis le Grand y en la École français de Rome. Más tarde sería profesor de Historia de la Música en la Sorbona y profesor de Historia en la École Normale Supérieur pero deseaba ser sobre todo y únicamente escritor. Seguro de que podía vivir dedicado a la Literatura, renunció a la universidad en 1912, justo al finalizar los diez volúmenes de su obra Jean-Christophe. En 1915 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura y en 1922 fundó la revista Europe.
Un año antes, su cercano amigo, Stefan Zweig, escribió su biografía, El hombre y sus obras. Ambos mantuvieron una extensísima relación epistolar. El austriaco llegó a decir que Rolland era la conciencia moral de Europa.
Romain Rolland fue un pacifista militante. Se trasladó a las playas del Lago Lemán en Suiza para escribir. En 1937 regresó a vivir a Vézelay, que en 1940 fue ocupada por los nazis. Durante la ocupación se aisló completamente de la sociedad para terminar sus memorias,Viaje interior (que próximamente publicaremos), así como a dar los toques finales de su investigación sobre la vida de Beethoven. Poco antes de su muerte, escribió la biografía de Péguy en la que examina la religión y el socialismo en el contexto de sus memorias.