La fuerza de la escritura, si tiene alguna, es la de revivir voces acalladas, cuerpos enterrados, libros censurados... A lo largo de un tiempo dilatado, el autor ha ido tejiendo recuerdos, testimonios y escenas cotidianas en forma de poemas, de apuntes de su diario o de versiones de lecturas que encontró en una de las bibliotecas de Tombuctú para defender uno de los objetivos militares predilectos: la memoria.