Me atrevo a sugerir un denominador común en este libro: me refiero a un anhelo de verdad, de certidumbre en medio de la bruma, de luz en el claro del bosque, de lo abierto en el soto oscuro, de profundidad en lugar de la mera y aparatosa superficie. Esto no puede concederse mediante un manierismo cualquiera. En realidad, lo más enigmático de la poesía de Daniel Arana es su sobria sencillez. Es lo abismal del decir, que reverbera en la desnudez de lo dicho. Que nadie pretenda hallar aquí ningún artificio sorprendente, ningún fuego que no nazca de donde viene los fuegos, sino la justeza exenta de adornos, que ha hecho de la poética de Arana una especie de ascesis contemporánea.
Julio García Caparrós