Los lectores oímos un murmullo de dignidad secreta. Nos imaginamos a Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) como un paseante que recorre las calles de la ciudad con la compañía de un paraguas y de sus recuerdos. Camina, mira, se detiene, descubre escenas o personajes, (...), reconoce el rostro de mucha gente en el espejo de su soledad, sigue camino y funda una poética.