Candidat al Premi Nollegiu 2019
Quizás uno de los mayores atractivos de Cabañas en el desierto sea su variedad. Cada poema constituye una serie de incursiones en lo inarticulado, como quería T.S. Eliot, cada vez desde un ángulo diferente. Transita desde la mirada personal a un impreciso plural o de la referencia a un lugar y época alejados a la anécdota de una tarde única que, en su despojamiento, se vuelve un hecho transparente y sin tiempo. Las cosas, los acontecimientos, más que en su vivencia cobran consistencia en su evocación por la memoria. De ese modo se comprende que toda cosa transcurre y no transcurre, y «permanece intacta en su pasar».
¿Qué buscan los distintos rostros que miran desde sus poemas? Apenas si señalan, quedan conturbados por un mundo que se les ofrece y los elude; en ocasiones, son ellos los observados por el poema mientras se afanan en vivir sin conocer su crimen. Con todo, el sentimiento de fondo que nos acompaña como un basso continuo a lo largo de todo el libro es el de una contenida y alborozada tristeza ante lo inevitable de la vida y su anhelo feroz «que no tiene principio ni fin».