Neruda canta a los asuntos más cotidianos y se entrega a la épica doméstica en un poemario para todos los públicos. En este libro de 1954, Pablo Neruda asombró a los lectores que no habían previsto la variedad de registros que el poeta alcanzaría. Hoy sigue cautivando esa particular capacidad de su escritura para convocar a los pequeños hechos de todos los días. Pablo Neruda le canta al aire y a la cebolla, a la esperanza y al caldillo de congrio, a la madera y a la alegría, al vino y al pan, a los poetas populares y al fuego, al libro, al traje, a la lluvia, a la vida. Sabe comunicarnos con la magia de su palabra la novedad de redescubrir cada momento como inaugurando la mirada. Los vastos temas y el caudaloso ritmo que caracterizaban su obra anterior ceden paso al metro breve y fragmentado, a la visión microscópica, al protagonismo de aquello que verdaderamente es elemental: el encuentro con los anónimos y desconocidos que transitan las calles, el descubrimiento del corazón que habita en las cosas más sencillas, el valor oculto de lo verdaderamente genuino, la silenciosa sensación de estar rodeados por ser